-Calla. Cállate, por
favor. Hazlo. Calla y continua. Deja de llorar, princesa, no llores más. ¿Por
qué lo haces? Si no vale la pena y lo sabes.- Lo dijo sosteniendo mi barbilla
con sus manos.
-Sí, pero él... - Le
contesté, sollozando.
-Él nada. - Sentenció.
La conversación acabó
ahí, levanté la vista y la vi sentada con las piernas cruzadas, como si fuera
un indio, su melena ondulada rematada con las puntas de un azul que realmente
no sabía describir, caía sobre sus hombros y sus ojos verdes me miraban
fijamente. No podía aguantar mis lágrimas, y su mirada me transmitía la paz que
llevaba buscando durante semanas, desde que me abandonó a mi suerte. Ella se
acercó lentamente a mí, sin cambiar su posición tan típica de ella. Me cogió de
la barbilla, otra vez y me hizo mirarla a los ojos.
-Tía, estoy aquí para
todo, todo lo que necesites. Eres muy fuerte, lo sabes ¿no? ¿O hace falta que
te lo vuelva a repetir? - me dijo susurrando, con su voz, esa voz que me
acompañaba desde hacía años en el camino de la vida, de nuestra adolescencia, y
del amor.
- Sí, pero...- sollocé,
incapaz de dejar de llorar.
No continuó hablando,
pero lo que hizo me reconfortó más que cualquier palabra susurrada, se acercó
mucho más a mí, alargó los brazos y me abrazó. Nos fundimos en un abrazo de los
nuestros, cortos, pero intensos, en los que nos decíamos todo lo que con
palabras ya no era suficiente. Ese abrazo me decía que me tranquilizara, que
estaría a mi lado pasase lo que pasase y que me quería, más que a nadie.
Era mi mejor amiga desde
hacía muchos años, cuando casualmente nuestro destino quiso volver a
reencontrarnos después de unos años sin noticias de ambas. Éramos muy jóvenes
cuando nos volvimos a reencontrar y nos convertimos en compañeras del viaje que
es el crecer, prometiéndonos que siempre nos mantendríamos unidas, a pesar de
que nos separaran kilómetros. Y lo hemos cumplido.
En ese momento, con las
lágrimas empañándome la vista, me di cuenta que a pesar de todos mis llantos,
de sentirme vacía y encontrarle poco sentido a un mundo, en el que él ya no me
acompañaba, a pesar de todos los
contratiempos que de repente habían aparecido en mi vida, destrozándome una vez
más, ella estaba ahí como siempre, sujetándome la mano y levantándome cada vez
que caía de los cielos a la terrible realidad, porque ella era la única que a
pesar de ver mi lado negativo siempre intentaba sacar esa sonrisa tan arraigada
que tenía dentro, porque realmente el amor verdadero no era por la persona que
realmente creía, estaba muy equivocada, el amor verdadero era aquel que hacía
que ella estuviera aquí, en ese momento y siempre apoyándome. El amor verdadero
era aquello que nos unía y que nos volvía locas, esa amistad que siempre
habíamos tenido y que siempre tendremos.
Me recuerda a mí con algunas amigas, aunque con mi mejor amiga las conversaciones suelen ser más en plan de:
ResponderEliminar"Cacho boba por tu culpa nos hemos perdido"
"Calla tonta pan"
"Vamos a por un cafe mientras hablamos de lo guapo que es el chico que sale en TVD?"
"Sip, pero sigues siendo tonta"