miércoles, 10 de diciembre de 2014

Valiente

Se miró en el espejo repasando, como cada día, sus defectos. A pesar de maquillarse, rizarse el pelo y vestirse como si fuera una modelo de pasarela, seguía sintiéndose desgraciada, rota por dentro y el último escalafón de la sociedad.
Su mente, su corazón y su alma estaban marchitos como las flores en invierno, pero ella aún sonreía porque desde pequeñita le habían enseñado a sonreír y a esconder sus tristezas y preocupaciones.
No había ningun momento en el día que se alegrara de lo afortunada que realmente era, porque siempre se repetía que no lo merecía.

Hasta que un día se hartó de autocompadecerse, de creerse la víctima y pensar que no era suficiente buena para el mundo. Ese día, levantó la cabeza, sonrió de verdad y se dijo a sí misma que nada que nada le pararía porque la autocompasión es un sentimiento tan destructivo como diez botellas de ginebra. 
Bien hecho, amiga mía, no dejes que la vida te detenga.

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