miércoles, 24 de septiembre de 2014

Amiga mía

Colgó el teléfono. Llevaba dos horas hablando con su mejor amiga y las lágrimas habían cesado a la hora de hablar con ella, pero todavía se sentía vacía, notaba como si le faltara algo dentro y sabía perfectamente que era. Las dos sabían el por qué de esas lágrimas incesantes y de esos sollozos incomprensibles en los que se convertían sus palabras al intentar hablar. Todo se reducía a una sola persona, a un simple hecho, a unas palabras que siempre se quedarían en su corazón marcadas como acero ardiente.
Se recostó en su cama y sujetó el teléfono móvil entre sus manos temblorosas y marcó su número, a lo que de sus ojos volvieron a brotar unas lágrimas reales y dolorosas que hacían que se rompiera un poquito más de lo que estaba.  Al ver que se sentía mal, peor de lo que estaba antes de llamar a su amiga, pulsó una tecla de su móvil con la que pudo deshacerse del lastre de tener su número guardado y querer llamarle cada día, cada hora, cada segundo de su existencia. Respiró hondo y borró su número como señal de cambio, como objeto de un largo camino que le tocaba recorrer sin él. El camino de olvidarse de ese amor que le hizo sentir tan grande, pero a la vez tan hundida y destrozada cuando todo se terminó.
Cada día se sentía débil, pequeña y destrozada, le echaba a faltar, las lágrimas habían dejado de brotar de sus ojos, pero su interior era un mar de desesperación, de recuerdos y de promesas rotas.  Se sentía traicionada y dolida, porque creía que él era diferente, pero amiga mía, todos son iguales cuando llegan al instante de afrontar los problemas.
La había abandonado a su suerte después de ver que su relación había decaído con la excusa de que no encontraba solución a los problemas y la frialdad en la que se había convertido su amor. Pero,  ¿a qué tú no pensabas lo mismo, compañera?  Querías  buscar una solución junto a él que no comportara romper una relación que tenía futuro, una relación en la que al menos tú creías. Rompió en lágrimas cuando vio que él se rendía, que dejaba atrás todo lo vivido y que no se arrepentía al cabo de los días de su decisión y que podía vivir sin ella. Lloró porque rompió todas las promesas que le había susurrado al oído.
Pasó un mes de todo eso, y lo veía cada día, cada día debía soportar como sonreía y era indiferente con ella, cada día debía olvidar un poco más lo que sentía por él, pero le era imposible, amiga mía, lloraste y mucho. Pero logró sonreírle cada vez que cruzaba una mirada con él, aunque se sintiera vacía y destrozada por dentro.
Compañera, no eres la única que has pasado por esto, apóyate en aquellas que hemos amado hasta dar la vida y hemos acabado cayendo, que hemos sido abandonadas por una persona que decía que se moría si no nos tenía al lado. Amiga mía, eres única, eres especial y eres preciosa, debes de vivir  y sonreír a la vida, cuesta lo sé, estoy pasando por lo mismo que tú ahora mismo, pero afrontémoslo juntas. Nada podrá vencernos.




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