De noche. Noche oscura y
sin estrellas, simplemente iluminada por la tenue luz de la luna. Las cuatro o
cinco de la mañana. Un porche y una mecedora.

Una nueva ilusión y un
nuevo engaño. Esta vez se queda en el marco de la puerta observando cómo se
marcha, no hay sangre ni lágrimas derramadas. No hay nada, como aquella oscura
noche.
Oscuridad que se extiende
por su interior lentamente. Sus ojos y su sonrisa se oscurecieron y perdieron
el brillo que antes habían tenido. Esta
vez no había manera de expulsarla de su cuerpo. Esta vez se iría fundiendo en
ella, sentada en la mecedora, donde poco a poco se confundiría con aquella
noche, oscura, terrible y sin estrellas, iluminada por una luz mortecina que
poco a poco se iría apagando hasta quedar muerta.
Muerta, la nada, la oscuridad, la noche sin estrellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario