martes, 16 de diciembre de 2014

Como aquella noche

De noche. Noche oscura y sin estrellas, simplemente iluminada por la tenue luz de la luna. Las cuatro o cinco de la mañana. Un porche y una mecedora.
Allí está envuelta en una manta con la luz mortecina de una vela, la única opción viable de la casa, sin poder dormir. Se sienta en la mecedora donde contempla la noche, fría y negra, sin estrellas. En sus brazos unas cicatrices que remiten a un pasado. Un primer  amor y un primer desamor. El primer contacto con el corazón roto y con la oscuridad, que lentamente expulsó de su interior llorando.
Una nueva ilusión y un nuevo engaño. Esta vez se queda en el marco de la puerta observando cómo se marcha, no hay sangre ni lágrimas derramadas. No hay nada, como aquella oscura noche.
Oscuridad que se extiende por su interior lentamente. Sus ojos y su sonrisa se oscurecieron y perdieron el brillo que antes  habían tenido. Esta vez no había manera de expulsarla de su cuerpo. Esta vez se iría fundiendo en ella, sentada en la mecedora, donde poco a poco se confundiría con aquella noche, oscura, terrible y sin estrellas, iluminada por una luz mortecina que poco a poco se iría apagando hasta quedar muerta.
Muerta, la nada, la oscuridad, la noche sin estrellas.

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