lunes, 20 de febrero de 2017

Barcelona lloraba

Barcelona se alzaba imperiosa, eran poco más de las seis de la mañana, pero la ciudad ya estaba en pleno funcionamiento; los coches circulaban y llenaban de sonido las carreteras, la gente, enfundada en grandes abrigos, propios para el frío de la ciudad de aquel momento, iba dispuesta a empezar su día, camino el trabajo, las escuelas o incluso de vuelta a sus casas después de una noche, caótica, larga y con tintes de alcohol.
El sol se levantaba por encima de los edificios, resplandeciendo, reinando en un día de frío invernal, coloreando el cielo de tonos anaranjados, rosas y violetas.
Mia salió antes de lo habitual a la gran ciudad que la acogía desde hacía años, su segundo hogar, enfundada en su abrigo color burdeos, largo hasta las rodillas, una bufanda negra y un gorro, también negro, que dejaba entrever su cabello rojizo que caía en ondas como si fueran cascadas. Labios rojos, sus grandes ojos verdes marcados en negro y mostraba una expresión triste.
Mia caminó por las grandes calles de Barcelona, con la vista fijada en el suelo, mirando sus botas negras de tacón, que repiqueaban en la acera cada vez que pisaba, su paso era lento, pausado como si no tuviera ganas de llegar a su destino.
No paró de caminar hasta que llegó a aquella carretera, estaba desierta, casi fantasmal, aunque ya era una hora punta de tráfico de coches, por ahí hacía tiempo que pocos vehículos circulaban.
Mia fue con la vista puesta a aquella curva, aquella fatídica curva en la que Carles perdió la vida, hacía justo un año.
Carles era su hermano mayor, con el que se llevaba un año y medio,  y su fiel confesor , siempre habían sido Mia y él contra el mundo. Hasta que aquella noche se fue de casa, tras una gran discusión con su padre, ya que aún no apoyaba la relación que su hijo tenía con Marcos, cogió la moto y fue a su lugar favorito del mundo, en el se sentía en paz pero tenía que pasar aquella curva, aquella carretera que cuando se mojaba el asfalto con la lluvia se volvía una trampa mortal.
Barcelona se apagó aquella noche, unos dicen que fue por la gran tormenta que se produjo, Mia sigue creyendo que fue cuando su hermano murió, que su querida y venerada Barcelona lloró su muerte.
Hoy hacía un año, necesitaba ir al lugar donde el destino, la lluvia y la ira le arrebataron a su hermano. Mia necesitaba ver cómo Barcelona se rendía a sus pies, qué era lo último que vio Carles y necesitaba pensar, sin presiones, sin juicios, en su hermano y en todo lo que había perdido aquella noche.
Dejó una pequeña fotografía que sacó de su gran bolso negro, en el arcén en el que encontraron el cuerpo de Carles,  la fotografía mostraba a Mia y a Carles, sonrientes, el dieciocho cumpleaños de él, en una preciosa playa, su foto favorita.
Mia observó otra vez Barcelona, respiró y volvió sobre sus pasos, con los ojos anhegados en lágrimas. Era la última vez que subía ahí, se lo había prometido. Iba a recordar a Carles como quien recuerda una ciudad en la que ha vivido mucho tiempo, con nostalgia, con amor y con una tremenda admiración hacia su hermano, hacia todos sus momentos juntos, aquellos que iba a guardar de por vida en su corazón.
Aquella noche, Barcelona lloró la muerte de Carles, de ello estaba segura.

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