martes, 1 de enero de 2013

La lluvia

Era un día de lluvia, de mucha lluvia. No podía salir en esas condiciones, pero no era capaz de quedarme en esa casa que tan pequeña se me hacía. Me encerré en la habitación y me puse la música a un volumen capaz de callar mis pensamientos. Pensamientos que me destruían por dentro, arrepentimiento, dolor, ira, odio, pero todo se unía en un punto en concreto: él. A él le odiaba, le quería, me sentía rota por dentro desde aquella fatidica tarde. No encontraba palabras para describir lo que sentía, la música se instalaba en mí y hacía que los sentimientos fueran más fuertes, no quería llorar pero lo hice hasta que se me agotaron las lágrimas. Todos los días eran igual, nadie en casa entendía mi dolor, nadie excepto yo sabía porque no tenía ganas de seguir adelante. Nada tenía sentido sin él, pero me propuse seguir adelante por demostrarle al mundo que aún era fuerte, aunque no lo era, era débil, me rompía por dentro como si se tratase mi corazón de un frágil cristal y se estuviera resquebrajandose por un gran golpe, un gran golpe del que no será capaz de reconstruirse como había hecho varias veces. Él era lo mejor y lo peor que me había sucedido y no era capaz de seguir mi vida sin sus besos, sin sus abrazos y sin su presencia a mi lado. Necesitaba tener otra oportunidad pero no la tenía y eso me lo dejo muy claro el paso del tiempo después de semanas de llantos, de música a todo volumen y arrepentirse de no poder estar con él. Poco a poco el mundo me enseñó a ser más fuerte que mis llantos y mi dolor. Poco a poco le fui olvidando hasta olvidar el sabor de sus besos...

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