Era un paraje frío, no sé
como describirlo, todo en su ambiente emanaba una sensación de vacío, sí de
frío en el interior que te hacía estremecer, pero a pesar de eso yo continué
para adelante, había dejado mi pequeña barca en el embarcadero de la isla y
seguí el camino de baldosas que llevaban a la única casa que había en aquella
extraña isla, y como algo dentro de mí me decía que siguiera aquel camino, que
en aquella casa me esperaban las respuestas que hacía tanto tiempo que buscaba.
Era de noche, sobre las 9 o las 10 de la noche, tampoco era muy tarde, pero la
oscuridad se iba haciendo palpable, como siempre que iba a navegar me dejaba
todo lo que hacía que supiera la hora en la que vivía en la pequeña casita que
tenía como hogar y ahora me arrepentía de ello.
Seguí por el camino de
baldosas y llegué a esa enorme casa que ocupaba toda la isla, pero que como no,
estaba arriba de una colina, llegué medio ahogada, pero cuando llegué vi que
había luz ahí dentro, así que fuera quien fuese oiría el timbre y me abriría.
Así que decidí llamar a la puerta y probar suerte. Unos pasos se acercaron a la puerta y me
abrieron, para mi sorpresa delante de mí
había una niña de unos 7 años, con el
pelo rubio recogido en dos coletas y unos grandes ojos azules que me miraban
con aire familiar y me hizo una seña para que la siguiera.
Si soy sincera, esa niña
me recordaba a mi yo de hace unos años, y me producía una sensación familiar,
así que la seguí, esperando respuestas, esperando una explicación al magnetismo
que me producía esa isla, esa niña y todo lo que había en esa casa, era como si
ya hubiese vivido allí, todo me resultaba familiar.
La niña me llevó por un
pasillo con retratos familiares, en todos salía esa niña con una mujer y un
gran perro, pero en uno salía una foto más antigua, de una niña muy parecida a
aquella que seguía, pero no era igual, no era la misma. Al acabar ese pasillo, llegamos
a una gran biblioteca, que me hizo
recordar a la misma con la que soñaba cada noche desde hace unos años, en medio
de la sala había una mesa y detrás de aquella mesa una gran butaca roja, que de
repente se dio la vuelta y apareció, la mujer de las fotos, supuse que era la
madre de la niña rubia que me cogía de la camiseta para que me acercara a la
mujer.
Era una mujer rubia, muy
parecida a la niña, que al verme se le iluminó la mirada y me llamó por mi
nombre, ¿cómo sabía aquella mujer mi
nombre? Se levantó de la butaca y se acercó a mí, para mirarme más de cerca,
entonces dijo "Hija mía..." Y
fue cuando me di cuenta que todo aquel magnetismo, todos aquellos recuerdos de
sueños, todo era por una razón, ahí me crié, ahí estaba mi madre y la niña era
mi hermana, pero, ¿cómo era posible que no me acordara de nada?
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