lunes, 10 de diciembre de 2012

Sin sentido

Me desperté después de una noche dura, ya llevaba varios días sin dormir, me metía en la cama y las lágrimas anegaban mis ojos, se resbalaban por mis mejillas, mientras sollozaba en oscuras, en silencio, sin que nadie en esa casa me escuchara. No quería que se sintiesen culpables, que descubrieran que no tenía ganas de seguir fingiendo, de seguir sonriendo cuando no tenía ni motivos para levantarme. Todas las noches igual. Pensando en todo lo ocurrido con él, con ella, conmigo misma... Todo lo que no salía por el día por la noche se acrecentaba, salía a la luz y se convertía en lágrimas.
Me vi reflejada en el espejo, tenía los ojos inchados de llorar y de no dormir. Me arreglé un poco el pelo con una coleta alta, me puse un jersey rosa y unos tejanos desgastados. Salí de la habitación y mi hermanastra me dio los buenos días. Ella era la única de la casa que sabía que me pasaba. Me abrazó y me susurró que todo iba a salir bien, que sonriera que tenía una sonrisa muy bonita. Yo no le creía, sonreía pero no era por eso, era por ocultar mi dolor, lo hacía para que me vieran fuerte, aunque era una persona débil, muy débil, rota por dentro.
Salí de la casa, con mi mochila y cogí el camino de todas las mañanas, sola entre mis pensamientos, aguantandome las ganas de llorar, intentando no llegar tarde y no quedarme prendada entre mis sentimientos.   Llegué a clase por los pelos, me senté sin saludar a nadie de clase, no tenía ganas de hablar, toda la clase estaba en contra de mi y no conseguía hacer nada para que se pusieran a mi favor. Lo había conseguido, había conseguido ser el bueno y yo la mala, después de que yo le rompiera el corazón, pero lo que la gente no sabía era que él me había puesto los cuernos con mi mejor amiga, con la que no me hablaba. Todo era horroroso, había perdido a las personas más importantes de mi vida y ya no le encontraba más sentido a la vida.

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